Una tablilla de maldición (en latín defixio, y en griego κατάδεσμος katádesmos) era un medio frecuente para maldecir en el mundo grecorromano, por el que alguien pedía a uno o más dioses que dañasen a otros, con frecuencia como venganza. Se escribían estos textos en finas hojas de plomo que posteriormente se enrollaban, doblaban o clavaban. Estas tablillas se colocaban normalmente bajo tierra, ya fuera enterrándolas en tumbas, arrojándolas a manantiales, pozos o piscinas, escondiéndolas en santuarios subterráneos, o incrustándolas en las paredes de los templos. También se usaban para hacer conjuros de amor, y el enamorado las colocaba dentro de la casa de la persona a la que amaba.​En ocasiones aparecieron junto a pequeños muñecos o figuritas (llamadas erróneamente «muñecos de vudú»),​a la

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  • Una tablilla de maldición (en latín defixio, y en griego κατάδεσμος katádesmos) era un medio frecuente para maldecir en el mundo grecorromano, por el que alguien pedía a uno o más dioses que dañasen a otros, con frecuencia como venganza. Se escribían estos textos en finas hojas de plomo que posteriormente se enrollaban, doblaban o clavaban. Estas tablillas se colocaban normalmente bajo tierra, ya fuera enterrándolas en tumbas, arrojándolas a manantiales, pozos o piscinas, escondiéndolas en santuarios subterráneos, o incrustándolas en las paredes de los templos. También se usaban para hacer conjuros de amor, y el enamorado las colocaba dentro de la casa de la persona a la que amaba.​En ocasiones aparecieron junto a pequeños muñecos o figuritas (llamadas erróneamente «muñecos de vudú»),​a las que también clavarían las uñas. Las figurillas se parecían al sujeto al que se quería hacer la maldición y a menudo tenían atados los pies y las manos.​No todas las tablillas eran de plomo, pero sí la gran mayoría de las encontradas; también se escribían maldiciones sobre papiro, cera, madera u otros materiales maleables con menor probabilidad de conservación y por tanto de ser encontrados en una excavación arqueológica.​ Normalmente, los textos de las tablillas de maldición estaban dirigidos a los dioses infernales o liminares, como Hermes, Caronte, Hécate y Perséfone/Proserpina, a veces a través de la mediación de una persona fallecida (probablemente aquel en cuya tumba se deposita la tablilla). Sin embargo, algunos textos no invocaban a los dioses, sino que se limitaban a listar a aquellos a los que se quería maldecir, los delitos o razones en que se basaban para maldecirles, y/o las desgracias que habrían de sufrir las víctimas. En algunas tablillas no había nada más que los nombres de los malditos, lo que hace suponer que el que llevó a cabo el conjuro les maldijo también oralmente.​Pero las tablillas de maldición no siempre contenían conjuros malignos, sino que a veces se usaban también para ayudar a los muertos. Aquellos en cuyas tumbas se depositaba una tablilla de maldición normalmente habían muerto a una edad muy temprana o de manera violenta, y se suponía que la tablilla ayudaría a sus almas a descansar en paz a pesar de las circunstancias de su muerte.​A menudo el lenguaje que da contexto a esos escritos está relacionado con la justicia, ya sea a través del listado de los delitos de la víctima con gran detalle, dejando la responsabilidad de castigarlos a los dioses, o mediante el uso de formas indefinidas («quien quiera que cometiese este delito»), o condicionales («si es culpable»), o incluso dentro de un futuro condicionado («si alguna vez rompe su palabra»). Con frecuencia, se escribían conjuros adicionales en esas tablillas de maldición, como Bazagra, Bescu o Berebescu, en lo que parece ser un intento de dotar a la maldición de eficacia sobrenatural. Muchas de las que se descubrieron en Atenas se refieren a juicios y maldicen al litigante contrario, pidiendo («que él...») que no actuase bien durante el juicio, que olvidase sus palabras, que se trabara, etc. Otras maldiciones piden una mala vida sexual, o son escritas contra ladrones, o rivales en los deportes o negocios. Aquellas tablillas dirigidas a ladrones o criminales habrían sido de carácter más público y aceptable; algunos estudiosos se niegan incluso a tildar de tablillas de «maldición» a textos tan «positivos», prefiriendo llamarlas «peticiones judiciales».​ Se han encontrado alrededor de 130 tablillas de maldición en la localidad inglesa de Bath (la antigua ), un antiguo balneario donde muchas maldiciones estaban relacionadas con el robo de la ropa de los bañistas.​Asimismo, se han descubierto también más de 80 alrededor y dentro de los restos de un templo cercano dedicado a Mercurio, en West Hill, Uley,​ lo que convierte al suroeste de la isla de Gran Bretaña en uno de los mayores centros para encontrar defixiones latinas. En total se conocen más de 1600 de estas tablillas, lo que indica un uso extendido y cotidiano de las mismas ​. En el Antiguo Egipto, los llamados «» aparecieron alrededor de la época de la Dinastía XII, y listaban nombres de enemigos escritos en figuritas de arcilla o cerámica que fueron aplastadas y enterradas bajo un edificio en construcción, o en un cementerio.​ (es)
  • Una tablilla de maldición (en latín defixio, y en griego κατάδεσμος katádesmos) era un medio frecuente para maldecir en el mundo grecorromano, por el que alguien pedía a uno o más dioses que dañasen a otros, con frecuencia como venganza. Se escribían estos textos en finas hojas de plomo que posteriormente se enrollaban, doblaban o clavaban. Estas tablillas se colocaban normalmente bajo tierra, ya fuera enterrándolas en tumbas, arrojándolas a manantiales, pozos o piscinas, escondiéndolas en santuarios subterráneos, o incrustándolas en las paredes de los templos. También se usaban para hacer conjuros de amor, y el enamorado las colocaba dentro de la casa de la persona a la que amaba.​En ocasiones aparecieron junto a pequeños muñecos o figuritas (llamadas erróneamente «muñecos de vudú»),​a las que también clavarían las uñas. Las figurillas se parecían al sujeto al que se quería hacer la maldición y a menudo tenían atados los pies y las manos.​No todas las tablillas eran de plomo, pero sí la gran mayoría de las encontradas; también se escribían maldiciones sobre papiro, cera, madera u otros materiales maleables con menor probabilidad de conservación y por tanto de ser encontrados en una excavación arqueológica.​ Normalmente, los textos de las tablillas de maldición estaban dirigidos a los dioses infernales o liminares, como Hermes, Caronte, Hécate y Perséfone/Proserpina, a veces a través de la mediación de una persona fallecida (probablemente aquel en cuya tumba se deposita la tablilla). Sin embargo, algunos textos no invocaban a los dioses, sino que se limitaban a listar a aquellos a los que se quería maldecir, los delitos o razones en que se basaban para maldecirles, y/o las desgracias que habrían de sufrir las víctimas. En algunas tablillas no había nada más que los nombres de los malditos, lo que hace suponer que el que llevó a cabo el conjuro les maldijo también oralmente.​Pero las tablillas de maldición no siempre contenían conjuros malignos, sino que a veces se usaban también para ayudar a los muertos. Aquellos en cuyas tumbas se depositaba una tablilla de maldición normalmente habían muerto a una edad muy temprana o de manera violenta, y se suponía que la tablilla ayudaría a sus almas a descansar en paz a pesar de las circunstancias de su muerte.​A menudo el lenguaje que da contexto a esos escritos está relacionado con la justicia, ya sea a través del listado de los delitos de la víctima con gran detalle, dejando la responsabilidad de castigarlos a los dioses, o mediante el uso de formas indefinidas («quien quiera que cometiese este delito»), o condicionales («si es culpable»), o incluso dentro de un futuro condicionado («si alguna vez rompe su palabra»). Con frecuencia, se escribían conjuros adicionales en esas tablillas de maldición, como Bazagra, Bescu o Berebescu, en lo que parece ser un intento de dotar a la maldición de eficacia sobrenatural. Muchas de las que se descubrieron en Atenas se refieren a juicios y maldicen al litigante contrario, pidiendo («que él...») que no actuase bien durante el juicio, que olvidase sus palabras, que se trabara, etc. Otras maldiciones piden una mala vida sexual, o son escritas contra ladrones, o rivales en los deportes o negocios. Aquellas tablillas dirigidas a ladrones o criminales habrían sido de carácter más público y aceptable; algunos estudiosos se niegan incluso a tildar de tablillas de «maldición» a textos tan «positivos», prefiriendo llamarlas «peticiones judiciales».​ Se han encontrado alrededor de 130 tablillas de maldición en la localidad inglesa de Bath (la antigua ), un antiguo balneario donde muchas maldiciones estaban relacionadas con el robo de la ropa de los bañistas.​Asimismo, se han descubierto también más de 80 alrededor y dentro de los restos de un templo cercano dedicado a Mercurio, en West Hill, Uley,​ lo que convierte al suroeste de la isla de Gran Bretaña en uno de los mayores centros para encontrar defixiones latinas. En total se conocen más de 1600 de estas tablillas, lo que indica un uso extendido y cotidiano de las mismas ​. En el Antiguo Egipto, los llamados «» aparecieron alrededor de la época de la Dinastía XII, y listaban nombres de enemigos escritos en figuritas de arcilla o cerámica que fueron aplastadas y enterradas bajo un edificio en construcción, o en un cementerio.​ (es)
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  • Una tablilla de maldición (en latín defixio, y en griego κατάδεσμος katádesmos) era un medio frecuente para maldecir en el mundo grecorromano, por el que alguien pedía a uno o más dioses que dañasen a otros, con frecuencia como venganza. Se escribían estos textos en finas hojas de plomo que posteriormente se enrollaban, doblaban o clavaban. Estas tablillas se colocaban normalmente bajo tierra, ya fuera enterrándolas en tumbas, arrojándolas a manantiales, pozos o piscinas, escondiéndolas en santuarios subterráneos, o incrustándolas en las paredes de los templos. También se usaban para hacer conjuros de amor, y el enamorado las colocaba dentro de la casa de la persona a la que amaba.​En ocasiones aparecieron junto a pequeños muñecos o figuritas (llamadas erróneamente «muñecos de vudú»),​a la (es)
  • Una tablilla de maldición (en latín defixio, y en griego κατάδεσμος katádesmos) era un medio frecuente para maldecir en el mundo grecorromano, por el que alguien pedía a uno o más dioses que dañasen a otros, con frecuencia como venganza. Se escribían estos textos en finas hojas de plomo que posteriormente se enrollaban, doblaban o clavaban. Estas tablillas se colocaban normalmente bajo tierra, ya fuera enterrándolas en tumbas, arrojándolas a manantiales, pozos o piscinas, escondiéndolas en santuarios subterráneos, o incrustándolas en las paredes de los templos. También se usaban para hacer conjuros de amor, y el enamorado las colocaba dentro de la casa de la persona a la que amaba.​En ocasiones aparecieron junto a pequeños muñecos o figuritas (llamadas erróneamente «muñecos de vudú»),​a la (es)
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  • Tablilla de maldición (es)
  • Tablilla de maldición (es)
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