El investigador Percival Lowell denominó en 1906 Planeta X (en inglés; Planet X) a un hipotético planeta, cuya eventual existencia en los confines exteriores del sistema solar fue motivo de debate académico y búsqueda por medio de instrumentos astronómicos, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Diversos astrónomos estimaron entonces que un cuerpo incógnito debía hallarse más allá de Neptuno, el planeta más lejano conocido a esa fecha. Se esperaban que su existencia explicara principalmente ciertas perturbaciones de las órbitas de los "gigantes de hielo", Urano y Neptuno, que no eran comprensibles considerando la influencia de los demás cuerpos ya identificados del sistema solar y las masas que se les atribuían a esos cuerpos celestes, según los datos disponibles en

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  • El investigador Percival Lowell denominó en 1906 Planeta X (en inglés; Planet X) a un hipotético planeta, cuya eventual existencia en los confines exteriores del sistema solar fue motivo de debate académico y búsqueda por medio de instrumentos astronómicos, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Diversos astrónomos estimaron entonces que un cuerpo incógnito debía hallarse más allá de Neptuno, el planeta más lejano conocido a esa fecha. Se esperaban que su existencia explicara principalmente ciertas perturbaciones de las órbitas de los "gigantes de hielo", Urano y Neptuno, que no eran comprensibles considerando la influencia de los demás cuerpos ya identificados del sistema solar y las masas que se les atribuían a esos cuerpos celestes, según los datos disponibles en esa época. Plutón fue descubierto en 1930 por un seguidor de Lowell gracias a la búsqueda del Planeta X. Y aunque se acercaba solo relativamente a algunos parámetros predichos por Lowell para el Planeta X, no calzaba notoriamente, como después se calculó, con una de sus principales características esperadas: la masa. Plutón tenía mucho menos masa de lo previsto y no podía perturbar las órbitas de los "gigantes de hielo". Lowell había calculado que el Planeta X debía poseer una masa equivalente a 6,6 veces la de la Tierra, mientras que Plutón tenía menos masa que la Luna. Un golpe a los fundamentos de la hipótesis vino de nuevas mediciones de la sonda espacial Voyager 2, que corrigieron las estimaciones previas de la masa de Neptuno. Los nuevos números explicaban por sí solos las llamadas "perturbaciones" de las órbitas Urano y Neptuno, de manera que no se requiere al día de hoy de un Planeta X para justificar la mecánica celeste de ambos. Posteriormente comenzaron a descubrirse en zonas exteriores del sistema solar otros cuerpos celestes, como Eris, Makemake o Haumea. Estos han sido catalogados en el 2006 junto con Plutón como planetas enanos y en la subcategoría de los plutinos. Considerando su ubicación han sido denominados también objetos transneptunianos, pero no coinciden con las características orbitales y de masa que alguna vez fueron predichas para el llamado "Planeta X". Sin embargo, en el contexto de estos últimos descubrimientos han surgido nuevas hipótesis emparentadas con la idea que llevó a la búsqueda del Planeta X y, antes, también al descubrimiento de Neptuno. La de inferir indirectamente la existencia de otro mundo en el sistema solar a partir del análisis de las órbitas de los cuerpos ya conocidos. Al respecto circulan teorías científicas como la hipótesis Némesis y la hipótesis de Tyche. El debate sobre la posibilidad de un cuerpo grande incógnito en el sistema solar fue alimentado por la inusual y alargada órbita del objeto transneptuniano Sedna, descubierto en el 2003 y más aún en 2016 con el estudio publicado por Mike Brown, uno de los componentes del equipo que descubrió Sedna y Eris en el que defienden la probable existencia de un planeta Gigante Helado de unas dimensiones de entre 2 y 4 veces el diámetro Terrestre al que han denominado Planeta Nueve. (es)
  • El investigador Percival Lowell denominó en 1906 Planeta X (en inglés; Planet X) a un hipotético planeta, cuya eventual existencia en los confines exteriores del sistema solar fue motivo de debate académico y búsqueda por medio de instrumentos astronómicos, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Diversos astrónomos estimaron entonces que un cuerpo incógnito debía hallarse más allá de Neptuno, el planeta más lejano conocido a esa fecha. Se esperaban que su existencia explicara principalmente ciertas perturbaciones de las órbitas de los "gigantes de hielo", Urano y Neptuno, que no eran comprensibles considerando la influencia de los demás cuerpos ya identificados del sistema solar y las masas que se les atribuían a esos cuerpos celestes, según los datos disponibles en esa época. Plutón fue descubierto en 1930 por un seguidor de Lowell gracias a la búsqueda del Planeta X. Y aunque se acercaba solo relativamente a algunos parámetros predichos por Lowell para el Planeta X, no calzaba notoriamente, como después se calculó, con una de sus principales características esperadas: la masa. Plutón tenía mucho menos masa de lo previsto y no podía perturbar las órbitas de los "gigantes de hielo". Lowell había calculado que el Planeta X debía poseer una masa equivalente a 6,6 veces la de la Tierra, mientras que Plutón tenía menos masa que la Luna. Un golpe a los fundamentos de la hipótesis vino de nuevas mediciones de la sonda espacial Voyager 2, que corrigieron las estimaciones previas de la masa de Neptuno. Los nuevos números explicaban por sí solos las llamadas "perturbaciones" de las órbitas Urano y Neptuno, de manera que no se requiere al día de hoy de un Planeta X para justificar la mecánica celeste de ambos. Posteriormente comenzaron a descubrirse en zonas exteriores del sistema solar otros cuerpos celestes, como Eris, Makemake o Haumea. Estos han sido catalogados en el 2006 junto con Plutón como planetas enanos y en la subcategoría de los plutinos. Considerando su ubicación han sido denominados también objetos transneptunianos, pero no coinciden con las características orbitales y de masa que alguna vez fueron predichas para el llamado "Planeta X". Sin embargo, en el contexto de estos últimos descubrimientos han surgido nuevas hipótesis emparentadas con la idea que llevó a la búsqueda del Planeta X y, antes, también al descubrimiento de Neptuno. La de inferir indirectamente la existencia de otro mundo en el sistema solar a partir del análisis de las órbitas de los cuerpos ya conocidos. Al respecto circulan teorías científicas como la hipótesis Némesis y la hipótesis de Tyche. El debate sobre la posibilidad de un cuerpo grande incógnito en el sistema solar fue alimentado por la inusual y alargada órbita del objeto transneptuniano Sedna, descubierto en el 2003 y más aún en 2016 con el estudio publicado por Mike Brown, uno de los componentes del equipo que descubrió Sedna y Eris en el que defienden la probable existencia de un planeta Gigante Helado de unas dimensiones de entre 2 y 4 veces el diámetro Terrestre al que han denominado Planeta Nueve. (es)
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  • El investigador Percival Lowell denominó en 1906 Planeta X (en inglés; Planet X) a un hipotético planeta, cuya eventual existencia en los confines exteriores del sistema solar fue motivo de debate académico y búsqueda por medio de instrumentos astronómicos, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Diversos astrónomos estimaron entonces que un cuerpo incógnito debía hallarse más allá de Neptuno, el planeta más lejano conocido a esa fecha. Se esperaban que su existencia explicara principalmente ciertas perturbaciones de las órbitas de los "gigantes de hielo", Urano y Neptuno, que no eran comprensibles considerando la influencia de los demás cuerpos ya identificados del sistema solar y las masas que se les atribuían a esos cuerpos celestes, según los datos disponibles en (es)
  • El investigador Percival Lowell denominó en 1906 Planeta X (en inglés; Planet X) a un hipotético planeta, cuya eventual existencia en los confines exteriores del sistema solar fue motivo de debate académico y búsqueda por medio de instrumentos astronómicos, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Diversos astrónomos estimaron entonces que un cuerpo incógnito debía hallarse más allá de Neptuno, el planeta más lejano conocido a esa fecha. Se esperaban que su existencia explicara principalmente ciertas perturbaciones de las órbitas de los "gigantes de hielo", Urano y Neptuno, que no eran comprensibles considerando la influencia de los demás cuerpos ya identificados del sistema solar y las masas que se les atribuían a esos cuerpos celestes, según los datos disponibles en (es)
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  • Planeta X (es)
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