Si bien Walter Scott (1771-1832) fue también un destacado poeta, su mayor gloria reside, desde luego, en sus novelas.​ Por la variedad, la verosimilitud y la vitalidad de sus personajes, probablemente no tenga parangón desde Shakespeare.​

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  • Si bien Walter Scott (1771-1832) fue también un destacado poeta, su mayor gloria reside, desde luego, en sus novelas.​ Por la variedad, la verosimilitud y la vitalidad de sus personajes, probablemente no tenga parangón desde Shakespeare.​ Puede muy bien decirse que, aunque Scott tuvo algunos antecedentes, entre los que se incluye la descripción que de la vida irlandesa hace Maria Edgeworth en Castle Rackrent (1800), fue el creador de la novela histórica. En lugar del ambiente de la época y el estudio detallado de la vida de las clases medias, se vuelve hacia el pasado, utilizando con frecuencia personajes bien conocidos, y construye una narración que es a un tiempo aventura y descripción de un mundo anterior. Allí donde Fielding y Jane Austen quedaban satisfechos con la descripción de personajes y de lo que rodeaba a éstos, Scott creó toda una ambientación para sus escenas, en las que aparecen descripciones paisajísticas y de la naturaleza, así como todos los detalles pintorescos de tiempos pasados.​ Scott iguala a Shakespeare por la variedad de las escenas y la riqueza de personajes, pero al comparar sus artes respectivos, hay muchos elementos de los que Scott adolece.​ Tampoco llegó a penetrar como Shakespeare en los lugares más recónditos de la mente de sus personajes. La conducta y las emociones de éstos están gobernadas por motivos sencillos.​ Sus relatos están llenos también de boato, sin comprender en profundidad aquellas instituciones que han ido afectando a las vidas de los hombres; es muy significativo que, en el tratamiento que hace de la Edad Media, sea precisamente la Iglesia ―la institución dominante― aquella que escapa a su consideración.​ Aunque es conveniente utilizar con Scott la etiqueta de «novelista histórico», este concepto es equívoco si se deja sin analizar. Su primera novela, Waverley (1814), trata del levantamiento jacobita de 1745 y, aunque de alguna manera es histórica, fue capaz de construir el escenario de la acción a partir del recuerdo de personas aún vivas con las que se había encontrado en las Highlands. Este elemento escocés, unido al jacobitismo (el último movimiento medieval de Europa) como tema principal, es la más importante característica de toda su obra y a la que recurre con frecuencia, por ejemplo en Guy Mannering (1815), The Antiquary (1816), Old Mortality (1816), The Heart of Midlothian (1818) y Rob Roy (1818).​ Cuando Scott abandonó la Escocia que tan bien conocía para trasladarse a la Edad Media, en el traslado perdería una buena parte de su ciencia. Ivanhoe (1819) y The Talisman (El talismán), 1825), una historia de las cruzadas, se cuentan entre sus novelas más populares, pero son superficiales y muy teatrales si se las compara con la seguridad y profundidad de las novelas escocesas. Aunque sea menos obvio, sucede lo mismo cuando cruza la frontera para narrar la suerte de Isabel y de Jacobo I en Kenilworth (1821) y en The Fortunes of Nigel (1822).​ Cuando agotaba el atractivo que para la gente tenía una época, se daba prisa en buscar otra. Entre estas novedades se le debe conceder un digno lugar en Quentin Durward (1823), localizada en la Francia de Luis XI, pues con esa novela conseguiría llamar la atención de Europa. Su narración nunca fue tan viva, y en la figura de Luis nos presenta un personaje mucho más ingenioso de lo que en él era normal.​ Redgauntlet (1824), en la que se despide del tema jacobita, nos muestra hasta qué punto era Escocia su motivo principal.​ El conocimiento del pasado ha ido aumentando desde su época, pero las inexactitudes de los personajes que retrata es imposible que molesten a nadie que no sea un especialista. En el siglo XIX la novela desarrollaría en profundidad su forma y su estructura y, como consecuencia de ello, la reputación de Scott se resentiría. Son innumerables los seguidores que tuvo por la novela histórica, y entre ellos se incluyen Bulwer-Lytton, Dickens, Thackeray, Reade y George Eliot; y su influencia no se vería confinada solamente a las fronteras de Inglaterra, pues sería admirado desde Francia y Rusia hasta América, cruzando el Atlántico.​ (es)
  • Si bien Walter Scott (1771-1832) fue también un destacado poeta, su mayor gloria reside, desde luego, en sus novelas.​ Por la variedad, la verosimilitud y la vitalidad de sus personajes, probablemente no tenga parangón desde Shakespeare.​ Puede muy bien decirse que, aunque Scott tuvo algunos antecedentes, entre los que se incluye la descripción que de la vida irlandesa hace Maria Edgeworth en Castle Rackrent (1800), fue el creador de la novela histórica. En lugar del ambiente de la época y el estudio detallado de la vida de las clases medias, se vuelve hacia el pasado, utilizando con frecuencia personajes bien conocidos, y construye una narración que es a un tiempo aventura y descripción de un mundo anterior. Allí donde Fielding y Jane Austen quedaban satisfechos con la descripción de personajes y de lo que rodeaba a éstos, Scott creó toda una ambientación para sus escenas, en las que aparecen descripciones paisajísticas y de la naturaleza, así como todos los detalles pintorescos de tiempos pasados.​ Scott iguala a Shakespeare por la variedad de las escenas y la riqueza de personajes, pero al comparar sus artes respectivos, hay muchos elementos de los que Scott adolece.​ Tampoco llegó a penetrar como Shakespeare en los lugares más recónditos de la mente de sus personajes. La conducta y las emociones de éstos están gobernadas por motivos sencillos.​ Sus relatos están llenos también de boato, sin comprender en profundidad aquellas instituciones que han ido afectando a las vidas de los hombres; es muy significativo que, en el tratamiento que hace de la Edad Media, sea precisamente la Iglesia ―la institución dominante― aquella que escapa a su consideración.​ Aunque es conveniente utilizar con Scott la etiqueta de «novelista histórico», este concepto es equívoco si se deja sin analizar. Su primera novela, Waverley (1814), trata del levantamiento jacobita de 1745 y, aunque de alguna manera es histórica, fue capaz de construir el escenario de la acción a partir del recuerdo de personas aún vivas con las que se había encontrado en las Highlands. Este elemento escocés, unido al jacobitismo (el último movimiento medieval de Europa) como tema principal, es la más importante característica de toda su obra y a la que recurre con frecuencia, por ejemplo en Guy Mannering (1815), The Antiquary (1816), Old Mortality (1816), The Heart of Midlothian (1818) y Rob Roy (1818).​ Cuando Scott abandonó la Escocia que tan bien conocía para trasladarse a la Edad Media, en el traslado perdería una buena parte de su ciencia. Ivanhoe (1819) y The Talisman (El talismán), 1825), una historia de las cruzadas, se cuentan entre sus novelas más populares, pero son superficiales y muy teatrales si se las compara con la seguridad y profundidad de las novelas escocesas. Aunque sea menos obvio, sucede lo mismo cuando cruza la frontera para narrar la suerte de Isabel y de Jacobo I en Kenilworth (1821) y en The Fortunes of Nigel (1822).​ Cuando agotaba el atractivo que para la gente tenía una época, se daba prisa en buscar otra. Entre estas novedades se le debe conceder un digno lugar en Quentin Durward (1823), localizada en la Francia de Luis XI, pues con esa novela conseguiría llamar la atención de Europa. Su narración nunca fue tan viva, y en la figura de Luis nos presenta un personaje mucho más ingenioso de lo que en él era normal.​ Redgauntlet (1824), en la que se despide del tema jacobita, nos muestra hasta qué punto era Escocia su motivo principal.​ El conocimiento del pasado ha ido aumentando desde su época, pero las inexactitudes de los personajes que retrata es imposible que molesten a nadie que no sea un especialista. En el siglo XIX la novela desarrollaría en profundidad su forma y su estructura y, como consecuencia de ello, la reputación de Scott se resentiría. Son innumerables los seguidores que tuvo por la novela histórica, y entre ellos se incluyen Bulwer-Lytton, Dickens, Thackeray, Reade y George Eliot; y su influencia no se vería confinada solamente a las fronteras de Inglaterra, pues sería admirado desde Francia y Rusia hasta América, cruzando el Atlántico.​ (es)
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  • Si bien Walter Scott (1771-1832) fue también un destacado poeta, su mayor gloria reside, desde luego, en sus novelas.​ Por la variedad, la verosimilitud y la vitalidad de sus personajes, probablemente no tenga parangón desde Shakespeare.​ (es)
  • Si bien Walter Scott (1771-1832) fue también un destacado poeta, su mayor gloria reside, desde luego, en sus novelas.​ Por la variedad, la verosimilitud y la vitalidad de sus personajes, probablemente no tenga parangón desde Shakespeare.​ (es)
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  • Novela histórica en lengua inglesa (es)
  • Novela histórica en lengua inglesa (es)
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