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- La arquitectura neoclásica en Italia se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo xviii, en el contexto de pequeños Estados, a menudo enfrentados entre sí y dominados por potencias extranjeras, que precedió a la institución del reino unitario bajo Víctor Manuel II. Por este motivo, el neoclasicismo no se manifestó de igual manera en todo el territorio; además, la ausencia de una cultura unitaria y la gran pobreza que atenazaba a la península italiana en el siglo xviii no eran circunstancias propicias para una florida producción arquitectónica. A principios de ese mismo siglo se había manifestado una breve, pero extraordinaria, época tardobarroca: en Roma se realizaron monumentos como la Piazza di Spagna, la Fontana di Trevi y la , mientras que en Piamonte trabajaron Filippo Juvarra (1678-1736) y Bernardo Antonio Vittone (1704-1770). La actividad se trasladó posteriormente al reino de Nápoles, donde Ferdinando Fuga (1699-1782) y Luigi Vanvitelli habían sido llamados para ampliar, respectivamente, el Real Albergo dei Poveri y el Palacio Real de Caserta. En particular, el palacio real, pese a que su exterior muestra ya indicios de una cierta contención neoclásica, es considerado la última gran realización del barroco italiano. La afirmación del neoclasicismo fue por tanto lenta y difícil, y se valió fundamentalmente de aportaciones extranjeras, en particular francesas. Esa influencia francesa es evidente, por ejemplo, en la fachada del Teatro de San Carlos (1810-1816) de Nápoles, de . Pero a finales del xviii y principios del xix, todo en el país, desde villas y palacios, pasando por iglesias, edificios institucionales y jardines hasta llegar a los interiores, se basaba en recrear modelos de la Roma clásica, lógicamente, y en menor medida griegos. Fueron muchos los edificios inspirados en el Panteón de Agripa —como la iglesia de la Gran Madre di Dio, en Turín o la gran basílica de San Francisco de Paula (1816-1846) en la piazza del Plebiscito, la iglesia italiana más importante de la época—, bien directamente o a través de «La Rotonda», la obra maestra de Andrea Palladio. Antes del descubrimiento de las ciudades perdidas de Pompeya y Herculano, los edificios se inspiraban directamente en las ruinas y edificios clásicos, pero tras el descubrimiento las nuevas ruinas fueron un modelo arqueológico. El neoclasicismo, incluida su variante neogriega, produjo muchas obras notables en el país, como el Caffè Pedrocchi (1816) de Padua (de Giuseppe Jappelli), el (1819-1830) en Possagno (atribuido, no sin incertidumbres, a Giannantonio Selva), el Teatro Carlo Felice (1826-1828) de Génova (de , pero reconstruido en el siglo xx), el Cisternone de Livorno (1829-1842) de —con claras referencias a la arquitectura romana y al trabajo de Boullée y Ledoux— y el acondicionamiento de la piazza del Popolo en Roma por Giuseppe Valadier. Además, son dignas de mención las intervenciones promovidas en Trieste (Teatro Verdi, iglesia de Sant'Antonio), en Milán (palazzo Belgioioso, Villa Reale, Arco della Pace (1807-1838) de Luigi Cagnola, e Iglesia de San Carlo al Corso (1832-1847) y en Palermo (la ecléctica Palazzina Cinese, el Gimnasio del Jardín Botánico de Palermo y el tardío Teatro Massimo). Todavía se observa un neoclasicismo tardío en la obra de Alessandro Antonelli en el diseño de los exteriores de la basílica de San Gaudencio en Novara y en la Mole Antonelliana en Turín. Hubo escaso interés de los estudiosos hacia la arquitectura neoclásica italiana, lo que durante mucho tiempo limitó su examen profundo y sereno. Estudios más recientes han puesto de relieve los rasgos distintivos, las peculiaridades y, en algunos aspectos, el carácter unitario de la producción italiana, en sus variantes regionales o incluso locales, en el contexto del policentrismo que todavía caracterizaba la península entre los siglos xviii y xix.
* Edificios neoclásicos en Italia
* Teatro Carlo Felice en Génova (1826-1828), restaurado tras el incendio de los bombardeos de 1943.
* (1819-1830) en Possagno, obra de Giannantonio Selva.
* Iglesia de la Gran Madre di Dio (1818-1831) en Turín, de Ferdinando Bonsignore.
* Arco della Pace (1807-1838) en Milán, de Luigi Cagnola.
* Cisternone (1829-1842) en Livorno, de . (es)
- La arquitectura neoclásica en Italia se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo xviii, en el contexto de pequeños Estados, a menudo enfrentados entre sí y dominados por potencias extranjeras, que precedió a la institución del reino unitario bajo Víctor Manuel II. Por este motivo, el neoclasicismo no se manifestó de igual manera en todo el territorio; además, la ausencia de una cultura unitaria y la gran pobreza que atenazaba a la península italiana en el siglo xviii no eran circunstancias propicias para una florida producción arquitectónica. A principios de ese mismo siglo se había manifestado una breve, pero extraordinaria, época tardobarroca: en Roma se realizaron monumentos como la Piazza di Spagna, la Fontana di Trevi y la , mientras que en Piamonte trabajaron Filippo Juvarra (1678-1736) y Bernardo Antonio Vittone (1704-1770). La actividad se trasladó posteriormente al reino de Nápoles, donde Ferdinando Fuga (1699-1782) y Luigi Vanvitelli habían sido llamados para ampliar, respectivamente, el Real Albergo dei Poveri y el Palacio Real de Caserta. En particular, el palacio real, pese a que su exterior muestra ya indicios de una cierta contención neoclásica, es considerado la última gran realización del barroco italiano. La afirmación del neoclasicismo fue por tanto lenta y difícil, y se valió fundamentalmente de aportaciones extranjeras, en particular francesas. Esa influencia francesa es evidente, por ejemplo, en la fachada del Teatro de San Carlos (1810-1816) de Nápoles, de . Pero a finales del xviii y principios del xix, todo en el país, desde villas y palacios, pasando por iglesias, edificios institucionales y jardines hasta llegar a los interiores, se basaba en recrear modelos de la Roma clásica, lógicamente, y en menor medida griegos. Fueron muchos los edificios inspirados en el Panteón de Agripa —como la iglesia de la Gran Madre di Dio, en Turín o la gran basílica de San Francisco de Paula (1816-1846) en la piazza del Plebiscito, la iglesia italiana más importante de la época—, bien directamente o a través de «La Rotonda», la obra maestra de Andrea Palladio. Antes del descubrimiento de las ciudades perdidas de Pompeya y Herculano, los edificios se inspiraban directamente en las ruinas y edificios clásicos, pero tras el descubrimiento las nuevas ruinas fueron un modelo arqueológico. El neoclasicismo, incluida su variante neogriega, produjo muchas obras notables en el país, como el Caffè Pedrocchi (1816) de Padua (de Giuseppe Jappelli), el (1819-1830) en Possagno (atribuido, no sin incertidumbres, a Giannantonio Selva), el Teatro Carlo Felice (1826-1828) de Génova (de , pero reconstruido en el siglo xx), el Cisternone de Livorno (1829-1842) de —con claras referencias a la arquitectura romana y al trabajo de Boullée y Ledoux— y el acondicionamiento de la piazza del Popolo en Roma por Giuseppe Valadier. Además, son dignas de mención las intervenciones promovidas en Trieste (Teatro Verdi, iglesia de Sant'Antonio), en Milán (palazzo Belgioioso, Villa Reale, Arco della Pace (1807-1838) de Luigi Cagnola, e Iglesia de San Carlo al Corso (1832-1847) y en Palermo (la ecléctica Palazzina Cinese, el Gimnasio del Jardín Botánico de Palermo y el tardío Teatro Massimo). Todavía se observa un neoclasicismo tardío en la obra de Alessandro Antonelli en el diseño de los exteriores de la basílica de San Gaudencio en Novara y en la Mole Antonelliana en Turín. Hubo escaso interés de los estudiosos hacia la arquitectura neoclásica italiana, lo que durante mucho tiempo limitó su examen profundo y sereno. Estudios más recientes han puesto de relieve los rasgos distintivos, las peculiaridades y, en algunos aspectos, el carácter unitario de la producción italiana, en sus variantes regionales o incluso locales, en el contexto del policentrismo que todavía caracterizaba la península entre los siglos xviii y xix.
* Edificios neoclásicos en Italia
* Teatro Carlo Felice en Génova (1826-1828), restaurado tras el incendio de los bombardeos de 1943.
* (1819-1830) en Possagno, obra de Giannantonio Selva.
* Iglesia de la Gran Madre di Dio (1818-1831) en Turín, de Ferdinando Bonsignore.
* Arco della Pace (1807-1838) en Milán, de Luigi Cagnola.
* Cisternone (1829-1842) en Livorno, de . (es)
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