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José María Cázares y Martínez (La Piedad, Mich., 20 de noviembre de 1832 - Guadalajara, Jal., 31 de marzo de 1909) fue el segundo obispo de la Diócesis de Zamora en México de 1878-1909.​​ Alumno del Seminario de Morelia en donde estudió Jurisprudencia, titulado en Leyes por el Colegio de San Ildefonso, doctorado en Derecho por la Pontificia y Nacional Universidad de México y después de ejercer la abogacía ordenado presbítero el 22 de agosto de 1869. El 20 de octubre de 1878 fue consagrado obispo y tomó posesión de la sede episcopal de la Diócesis de Zamora, Mich. el 7 de noviembre de 1878, donde sirvió a lo largo de 31 años hasta el 29 de abril de 1908,
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José María Cázares y Martínez
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José María Cázares y Martínez
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José Antonio de la Peña y Navarro
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José María Cázares y Martínez (La Piedad, Mich., 20 de noviembre de 1832 - Guadalajara, Jal., 31 de marzo de 1909) fue el segundo obispo de la Diócesis de Zamora en México de 1878-1909.​​ Alumno del Seminario de Morelia en donde estudió Jurisprudencia, titulado en Leyes por el Colegio de San Ildefonso, doctorado en Derecho por la Pontificia y Nacional Universidad de México y después de ejercer la abogacía ordenado presbítero el 22 de agosto de 1869. El 20 de octubre de 1878 fue consagrado obispo y tomó posesión de la sede episcopal de la Diócesis de Zamora, Mich. el 7 de noviembre de 1878, donde sirvió a lo largo de 31 años hasta el 29 de abril de 1908, Durante su ministerio episcopal en Zamora vigiló la integridad de las costumbres y disciplina del clero, instituyó casas de formación, asumió la responsabilidad del Hospital Civil de Zamora, visitó canónicamente parroquias de su diócesis, en octubre de 1884 fundó la Congregación de las Hermandas de los Pobres, Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y el 2 de febrero de 1898 colocó la primera piedra para la construcción de la antes llamada Catedral inconclusa y hoy dedicada como Santuario Guadalupano. Murió el 31 de marzo de 1909 en Guadalajara Jal., entre las tinieblas de la demencia senil como arzobispo titular de Cyzico. Sus restos yacen en el crucero sur de la Catedral de Zamora. Sin duda fue Mons. Cázares un prominente y enigmático, que no quiso constelar otras estrellas en su firmamento. Por ejemplo obstaculizó directamente la misión de José Antonio Plancarte, Rafael Guízar y José de Jesús Fernández. 1. * Contra el Padre Plancarte: »¡José Antonio Plancarte nunca será obispo!«​ Con la venia del Papa Pío IX, de Mons. Labastida y de Mons. de la Peña como 1er. Obispo de Zamora empleó José Antonio Plancarte y Labastida como párroco de Jacona los réditos y el capital de 6,000 pesos legados por Mons. Clemente de Jesús Munguía muerto en Roma en 1868, para comprar una casa destinada al buen funcionamiento del Asilo San Antonio para huérfanas, fundado por el mismo P. José Antonio en 1875. Antes de la muerte de Mons. de la Peña versaban las críticas al P. José Antonio sobre los métodos británicos de su pedagogía y sobre la libertad concedida a las chicas del Colegio de la Purísima, fundado por él mismo en 1867. En noviembre de 1878 tomó José María Cázares y Martínez posesión de su sede episcopal en Zamora. En parte influyó la oposición de Labastida y Dávalos, tío del P. José Antonio y Arzobispo de la Ciudad México, contra el nombramiento de Cázares como Obispo de Zamora en los conflictos entre Cázares y Plancarte. A consecuencia de ciertos rumores, según los cuales la relación del P. José Antonio con las chicas del Colegio de la Purísima era demasiado familiar, quiso Cázares clausurar el acceso directo entre la rectoría y la zona escolar. En diciembre de 1878 bendijo sólo por compromiso la construcción de la línea de tranvías entre Jacona y Zamora, organizada por Plancarte, porque las innovaciones de la modernización en general le disgustaban a Cázares. Después de esto Cázares se quejó ante Labastida, porque Plancarte no le había informado sobre el uso del legado de Mons. Munguía. A ello respondió Plancarte, que él ya había gastado ese dinero en el Asilo de San Antonio. Si bien Plancarte fue considerado libre de toda sospecha, favorecieron estos incidentes cierta hostilidad permanente entre el P. José Antonio y su Obispo. Según Hernández Madrid hay un trasfondo para dicho conflicto: „El trasfondo de este conflicto fue el enfrentamiento entre dos posiciones que sin cuestionar la visión integrista de la Iglesia ni su potestad levítica, proyectaban diferentes formas de restaurar la hegemonía de la Iglesia en la región. Cázares mantuvo la posición intransigente del integrismo católico, encerrado en sí mismo, temeroso de cualquier influencia externa que abriera el camino a la modernidad. tan fuertemente criticada por Pío IX. Plancarte, por el contrario, representaba la generación de nuevos prelados educados en el extranjero, con una visión cosmopolita para comprender cuáles eran los desafíos que enfrentaba la Iglesia ante la modernidad, cono iniciativa para ensayar otra estrategia que adecuara los principios de la doctrina cristiana a las circunstancias cambiantes“.​ El conflicto principal entre ambos surgió a causa de incidentes relacionados con las Religiosas de Guadalupe, fundadas como primera congregación mexicana femenina para la atención de las obras educativas plancartinas en 1878, cuyo nombre inicial se transformó en Hijas de María Inmaculada de Guadalupe a partir de 1885.​ Una vez minado el terreno dio crédito Mons. Cázares a ciertas intrigas, según las cuales en 1872 algo lascivo había sucedido en la relación del P. José Antonio con la joven Concepción Calderón. Después de esto obligaron sus progenitores a Guadalupe del Río y a Concepción Calderón en efecto, a abandonar la congregación del P. José Antonio, pero ellas desobedecieron a sus padres. Aunque Concepción en 1881 ya tenía 27 años, apoyó el Obispo de Zamora paradójicamente a su padre, quien reclamaba sus derechos de patria potestad.​ El 24 de abril de 1882 recibió el P. José Antonio una carta del Obispado de Zamora con el siguiente mensaje: „El Señor Obispo ha tenido a bien disponer entregue Usted ese Curato de Jacona al Sr. José Mora. Gracias por el tiempo y circunstancias en que lo desempeñó, cuando esta Iglesia tenía necesidad de sus servicios“.​ Cuando el entonces P. José Mora y del Río, después obispo, no aceptó dicho oficio en razón de su solidaridad con su mentor José Antonio Plancarte, nombró Mons. Cázares al P. Salcedo como párroco de Jacona. Después de sus quince años como Párroco parecía Jacona un escenario demasiado reducido para el talento de José Antonio Plancarte. Por eso se trasladó a la Ciudad de México, donde colaboró con su tío el Arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos. En la capital del país montaron los verdugos del P. José Antonio el escenario para la representación de la farsa de su ascenso y caída. En 1895 fue promovido Plancarte, para asumir el oficio de Abad mitrado en la Colegiata de Guadalupe. Su sobrino Francisco Plancarte y Navarrete lo convenció, de aceptar dicho cargo. El Papa León XIII le designó Abad mitrado de Guadalupe y Obispo Titular de Constancia, sede elegida por Plancarte mismo. Sin embargo su consagración episcopal nunca se llevó a cabo. Los antagonistas en el drama de Plancarte abundaban incluso dentro de la jerarquía mexicana. Por ejemplo anhelaba el entonces Obispo de Sinaloa José María de Jesús Portugal y Serratos para sí mismo el título de abad de Guadalupe. El Arzobispo de Michoacán José Ignacio Árciga y Ruiz de Chávez apoyó a Mons. Cázares y Martínez en los conflictos contra el P. José Antonio Plancarte. Además tenía Plancarte en los miembros del Cabildo guadalupano auténticos rivales. Desconcertantemente residía el principal responsable de las acusaciones contra el P. José Antonio en Zamora, a saber el Obispo Cázares y Martínez, quien describió la personalidad de Plancarte de la siguiente manera: „obedientiae ignarus, sui judicii tenax, verbo et opere non prudens, et facilis nimis in concitandis difficultatibus et odiis“.​ Es decir en buen castellano: «ignorante de la obediencia, obstinado en su propio juicio, imprudente al hablar y actuar, y muy fácilmente incita a las dificultades y odios».​Seguramente se retuerce Mons. Cázares en su sepultura, desde que inició el proceso, para proclamar beato al Siervo de Dios José Antonio Plancarte y Labastida. En Roma fue exigido un escrutinio riguroso de la conducta del P. Plancarte bajo la supervisión de Mons. Nicola Averardi, Arzobispo de Tarso, Visitador Apostólico y Representante del Papa León XIII ante el Gobierno de Porfirio Díaz. Después de una atenta averiguación en México, D.F. visitó Averardi a Cázares en Zamora. Este último reiteró sus acusaciones sobre la relación del P. José Antonio con la Srita. Concepción Calderón y su sentencia arriba mencionada contra la personalidad de Plancarte. Además agregó Cázares, que él como juez nunca había juzgado a alguien por emoción o celos, sino solamente guiado por la justicia y la verdad. Según él quería únicamente evitar en este caso un escándalo más grave a consecuencia de la consagración episcopal de Plancarte, pues según Cázares había abusado el P. José Antonio de la inocencia de las chicas y se había permitido a sí mismo actos con ellas, los cuales habían sido completamente ilegales e inmorales. Motivados por cierto escrúpulo admitieron algunos acusadores, que la conducta del P. Plancarte como director del Colegio en Jacona no había sido edificante por su excesiva intimidad con las chicas. ¡Mucho ruido y pocas nueces! Concepción Calderón, quien llegó a ser una excelente religiosa profesa bajo el nombre de María Calderón, no quiso dar su testimonio ante Mons. Averardi por su aversión a todo proceso judicial. Dicho brevemente, según Francisco Plancarte, sobrino del P. José Antonio, se dejan resumir las dos acusaciones contra su tío de la siguiente manera: 1) Acusación procedente de Zamora a raíz de la conducta inmoral del P. Plancarte durante su estancia en Jacona y 2) los donativos con motivo de la coronación de la Virgen de Guadalupe, cuyo monto levantó suspicacias. Por ello aprovecharon los enemigos de Plancarte su influencia en el Gobierno de Díaz, para politizar su renuncia al episcopado. Después de tres horas de conversación acordaron Mons. Averardi y Mons. Ignacio Montes de Oca, quien hasta entonces había sido un amigo incondicional del P. José Antonio, el 2 de mayo de 1896 las condiciones para la renuncia del P. Plancarte al episcopado. El 27 de julio de 1896 le informó Averardi, que el Papa León XIII había aceptado su renuncia al episcopado. El juicio sumario de Averardi sobre su misión en México fue formulado en los siguientes términos: „Me duele encontrarme a mí mismo en un país, donde en nadie puedo confiar. Aquí no hay otra cosa más que bandos[…]. La inteligencia de esta gente se ha desarrollado solamente, para mentir y calumniar“.​​ Plancarte fue un caso típico de una víctima de la rivalidad entre los bandos de las ideologías del poder. A la luz de los conflictos entre Cázares y Plancarte podemos entender también la rivalidad actualmente disimulada entre sus pupilas, a saber entre las Hermanas de los Pobres y las Hijas de María Inmaculada. Ambas congregaciones sienten el anhelo macabro, de contemplar a ambos siervos de Dios proclamados como beatos. Sobre la rivalidad ya presente en los orígenes de la fundación de las congregaciones de las Hermanas de los Pobres a là Cázares y las Hijas de María Inmaculada a là Plancarte escribe Hernández Madrid lo siguiente: „Es posible que la fundación de las HPSSC en 1884 fuera una estrategia del obispo [Cázares] para implulsar una congregación religiosa femenina bajo su estricto control que desplazara la labor de la congregación plancartina en la diócesis“.​​ 2. Contra Mons. José de Jesús Ferández Barragán: Removido como obispo coadjutor de Cázares Mons. Cázares promovió la remoción de su obispo coadjutor José de Jesús Fernández, quien después de un tiempo sin diócesis titular, al ser designado como abad de la Basílica de Guadalupe, declaró: »He cambiado una mitra de espinas por otra de rosas«.​ Hernández Madrid precisa la relación conflictiva de Mons. Cázares con su presbiterio zamorano en los siguientes términos: »El conflicto de Cázares con Plancarte no se limitó al enfrentamiento personal, en Zamora canónigos y sacerdotes se identificaron con uno u otro de acuerdo a sus intereses y posiciones ideológicas. Esto quedó claro cuando, por motivos de salud del obispo [Cázares], se nombró en 1899 al señor José de Jesús Fernández como obispo coadjutor. Desde que tomó el gobierno el coadjutor hizo cambios que no gustaron a Cázares y a sus seguidores: visitó Roma, inició la construcción del palacio episcopal, introdujo reformas en la congregación de las HPSSC, invitó a los jesuitas a establecerse en la vecina población de El Llano, envió estudiantes al Colegio Pío Latino, fundó en la diócesis la congregación esperancista (con la cual no simpatizaba el obispo [Cázares]) y removió a varios párrocos que Cázares tenía bajo su protección. Se desconocen los medios que permitieron a los sacerdotes descontentos influir para que el coadjutor fuera removido y perdiera su título de obispo de Tloe. Siguiendo el mismo destino que [José Antonio] Plancarte, a Fernández se le nombró Abad de Guadalupe en la ciudad de México donde permaneció hasta 1914 y no volvió a tener la oportunidad de trabajar en otra diócesis«.​ Como pié de página agrega Hernández Madrid el siguiento cometario sobre el título de obispo de Tloe: »El título de "obispo de Tloe" fue uno de los muchos nombramientos honoríficos que se dieron a los obispos coadjutores en México, para evitar la rivalidad con los obispos a los que auxiliaban y reconocer de esta manera su importancia jerárquica. La mayor parte de estos nombres se referían a provincias eclesiásticas que los habían substituido por otros, o bien a diócesis extranjeras ubicadas en territorios donde la Iglesia católica [mexicana] no tenía fuero. Comunicación personal de Carlos Herrejón P., Zamora Mich., noviembre 1995«.​ 3. Contra San Rafael Guízar y Valencia: Suspendido por Cázares y proclamado santo por Benedicto XVI Además impuso Mons. Cázares al entonces P. Rafael Guízar, hoy santo, la "suspensio a divinis", es decir, la suspensión del servicio divino en relación con toda celebración de los sacramentos por tiempo indefinido. Félix Báez explica este evento de la siguiente manera: »En 1907 [Rafael Guízar] fue sancionado con la pena Ex Informata Conscientia por el obispo de Zamora José María Cázares y Martínez. Esta sanción (aplicada por “delitos graves y ocultos”) determinó la suspensión de sus funciones sacerdotales hasta abril de 1909. En las hagiografías y en los textos biográficos escritos por autores vinculados con la Iglesia la suspensión es atribuida a diversas causas [...]. En los testimonios del Proceso de Beatificación presentados ante la Sacra Congregatio Pro Causis Sanctorum, su hermano Prudencio y el clérigo Salvador Martínez Silva (quien fuera arzobispo auxiliar de Morelia) detallan y refutan diversas versiones relativas al problema, asociadas a un supuesto anónimo: la negativa del joven prebendado a pagar una deuda por la compra de un terreno, o la absolución que Rafael Guízar y Valencia impartió a un falso médico repudiado por el prelado Cázares y Martínez. [...] Las causas de la suspensión trascienden el ámbito de las intrigas, envidias personales o la imaginada presencia diabólica. Deben explicarse a partir del clima de enfrentamientos suscitados en la diócesis de Zamora, coyuntura en la cual el catolicismo intransigente de Cázares y Martínez se enfrentó a las tendencias cosmopolitas de José Antonio Plancarte y Labastida, desarrolladas desde la parroquia de Jacona (1867-1882). La suspensión fue derogada a finales de abril de 1909 por un tribunal eclesiástico, siguiendo las instrucciones del vicario capitular de la diócesis de Zamora, Genaro Méndez del Río (antiguo profesor y confesor del santo). Este clérigo fue nombrado interinamente mientras el Vaticano designaba al sucesor de Cázares y Martínez, quien falleciera precisamente en 1909. Las agudas pugnas que por esos años se suscitaron en la diócesis de Zamora han sido explicadas de manera magistral por Hernández Madrid como resultado del choque “entre dos posiciones que, sin cuestionar la visión integrista de la Iglesia ni su potestad levítica, proyectaban diferentes formas de restaurar la hegemonía de la Iglesia en la región”. Cázares y Martínez representaba la postura intransigente del integrismo católico, cerrado a la modernidad. Plancarte y Labastida, en sentido diferente, encabezaba “la generación de los nuevos prelados educados en el extranjero, con una nueva visión cosmopolita para comprender cuáles eran los desafíos que enfrentaba la Iglesia ante la modernidad”. Si bien Rafael Guízar y Valencia no realizó estudios en el extranjero, desde los primeros años de su ejercicio eclesiástico tuvo una abierta filiación al ideario de la doctrina social católica alentada por León XIII. De tal manera, su participación en la organización del III Congreso Agrícola Mexicano celebrado en Zamora (del 4 al 8 de septiembre de 1906) siguió las coordenadas políticas de la encíclica Graves de Communi (1901), que establece las características de la democracia cristiana, es decir, la actuación de los ciudadanos en busca del “bien común”«.​
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