El liberalismo ha dirigido su crítica a dos aspectos clave del pensamiento marxista: el historicismo y su justificación del socialismo como régimen colectivista para una futura clase obrera. El liberalismo clásico, en tanto ha promovido, acompañado y explicado el desarrollo del libre intercambio de mercancías y la libre propiedad privada sobre el capital como corolario necesario de un constante desarrollo tecnológico y cultural, ha sido parte principal en el debate intelectual con el marxismo cuya teoría de la historia considera al mercado libre una necesidad provisoria y para el cual la propiedad burguesa pierde universalidad en cuanto la Revolución Industrial escinde al capital del trabajo –y por tanto intenta explicar también la génesis del liberalismo, en tanto cosmovisión de carácter

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  • El liberalismo ha dirigido su crítica a dos aspectos clave del pensamiento marxista: el historicismo y su justificación del socialismo como régimen colectivista para una futura clase obrera. El liberalismo clásico, en tanto ha promovido, acompañado y explicado el desarrollo del libre intercambio de mercancías y la libre propiedad privada sobre el capital como corolario necesario de un constante desarrollo tecnológico y cultural, ha sido parte principal en el debate intelectual con el marxismo cuya teoría de la historia considera al mercado libre una necesidad provisoria y para el cual la propiedad burguesa pierde universalidad en cuanto la Revolución Industrial escinde al capital del trabajo –y por tanto intenta explicar también la génesis del liberalismo, en tanto cosmovisión de carácter universal, como una errónea justificación de origen ideológico, de una situación exclusivamente particular destinada a ser reificada. Por otro lado, el liberalismo centra su análisis, su concepto y su valoración de la sociedad, en los individuos como sus agentes causales de última instancia, por lo cual ha chocado con el historicismo marxista y sus particulares categorías histórico-sociológicas: modos de producción, clases dominantes, historia como lucha de clases, etc. Incluso aquellas corrientes liberales que no han defendido el liberalismo económico (i.e.: el social liberalismo), o bien que hayan considerado a este innecesariamente ligado al capitalismo, han rechazado el marxismo por las mismas razones, sea por su ideario o por su metodología, y en muchos casos también reduciendo a este a ser un fenómeno sociológico explicable en los términos del propio liberalismo. El marxismo completa su doctrina con una teoría de la explotación que incluye al casi históricamente nuevo trabajo asalariado como víctima de una original opresión intraeconómica que debía ser explicada, idea que el liberalismo rechaza por no partir de las mismas premisas teóricas respecto a la naturaleza del mercado de trabajo así como de la codependencia de los individuos dentro de una economía basada en la división del trabajo: considera la formación de una incipiente clase media con base en no solo a una nueva pequeña burguesía comercial e industrial que reemplace la antigua, sino al ascenso económico y consecuente desproletarización del trabajo asalariado.El marxismo plantea, en cambio, que el proletariado es la primera clase inferior sin economía propia cuyo dominio exigiría un sistema socialista de planificación estatal, y a su vez que es la primera clase explotada por vía económica, destinada por la ineficiencia económica del mercado burgués a la pauperización, y por sus características a ser la futura clase dominante no-explotadora, y por tanto capaz, en términos de la dialéctica hegeliana, de volverse universal, pública, y así poder absorber en sí misma las funciones colectivas del Estado al abolirse a sí misma en un período final comunista, ejerciendo sobre los individuos un poder total y consciente sin desmedro de sí misma.Esta particular sociología política ha sido criticada por los liberales, entre otros, en nombre de confundir el colectivismo metodológico con el ontológico, desembocando en el totalitarismo y llevando a la doctrina marxista, expresada a través de regímenes de partido único como el Comunista, hacia la necesidad de buscar el poder político para preservar la hegemonía ideológica como expresión de la conciencia de clase.​ Aquellos puntos comunes entre todas las diferentes críticas liberales han formado ciertos debates específicos y separados, que giran en torno a cuestiones como el socialismo, el historicismo, el totalitarismo y la ideología. Sin embargo ha habido intentos unificadores, si bien no de las confrontaciones intelectuales, sí de la explicación de su desarrollo histórico y sus implicancias tanto para liberales como para marxistas. La principal vía introductoria al debate fue la obra del pensador liberal Isaiah Berlin, cuya biografía intelectual de Karl Marx sería de crucial importancia para la divulgación del pensamiento marxista en el ambiente académico durante los comienzos del siglo XX​ y por su claridad una apreciada influencia en Leszek Kołakowski y su exégesis sobre el particular. (es)
  • El liberalismo ha dirigido su crítica a dos aspectos clave del pensamiento marxista: el historicismo y su justificación del socialismo como régimen colectivista para una futura clase obrera. El liberalismo clásico, en tanto ha promovido, acompañado y explicado el desarrollo del libre intercambio de mercancías y la libre propiedad privada sobre el capital como corolario necesario de un constante desarrollo tecnológico y cultural, ha sido parte principal en el debate intelectual con el marxismo cuya teoría de la historia considera al mercado libre una necesidad provisoria y para el cual la propiedad burguesa pierde universalidad en cuanto la Revolución Industrial escinde al capital del trabajo –y por tanto intenta explicar también la génesis del liberalismo, en tanto cosmovisión de carácter universal, como una errónea justificación de origen ideológico, de una situación exclusivamente particular destinada a ser reificada. Por otro lado, el liberalismo centra su análisis, su concepto y su valoración de la sociedad, en los individuos como sus agentes causales de última instancia, por lo cual ha chocado con el historicismo marxista y sus particulares categorías histórico-sociológicas: modos de producción, clases dominantes, historia como lucha de clases, etc. Incluso aquellas corrientes liberales que no han defendido el liberalismo económico (i.e.: el social liberalismo), o bien que hayan considerado a este innecesariamente ligado al capitalismo, han rechazado el marxismo por las mismas razones, sea por su ideario o por su metodología, y en muchos casos también reduciendo a este a ser un fenómeno sociológico explicable en los términos del propio liberalismo. El marxismo completa su doctrina con una teoría de la explotación que incluye al casi históricamente nuevo trabajo asalariado como víctima de una original opresión intraeconómica que debía ser explicada, idea que el liberalismo rechaza por no partir de las mismas premisas teóricas respecto a la naturaleza del mercado de trabajo así como de la codependencia de los individuos dentro de una economía basada en la división del trabajo: considera la formación de una incipiente clase media con base en no solo a una nueva pequeña burguesía comercial e industrial que reemplace la antigua, sino al ascenso económico y consecuente desproletarización del trabajo asalariado.El marxismo plantea, en cambio, que el proletariado es la primera clase inferior sin economía propia cuyo dominio exigiría un sistema socialista de planificación estatal, y a su vez que es la primera clase explotada por vía económica, destinada por la ineficiencia económica del mercado burgués a la pauperización, y por sus características a ser la futura clase dominante no-explotadora, y por tanto capaz, en términos de la dialéctica hegeliana, de volverse universal, pública, y así poder absorber en sí misma las funciones colectivas del Estado al abolirse a sí misma en un período final comunista, ejerciendo sobre los individuos un poder total y consciente sin desmedro de sí misma.Esta particular sociología política ha sido criticada por los liberales, entre otros, en nombre de confundir el colectivismo metodológico con el ontológico, desembocando en el totalitarismo y llevando a la doctrina marxista, expresada a través de regímenes de partido único como el Comunista, hacia la necesidad de buscar el poder político para preservar la hegemonía ideológica como expresión de la conciencia de clase.​ Aquellos puntos comunes entre todas las diferentes críticas liberales han formado ciertos debates específicos y separados, que giran en torno a cuestiones como el socialismo, el historicismo, el totalitarismo y la ideología. Sin embargo ha habido intentos unificadores, si bien no de las confrontaciones intelectuales, sí de la explicación de su desarrollo histórico y sus implicancias tanto para liberales como para marxistas. La principal vía introductoria al debate fue la obra del pensador liberal Isaiah Berlin, cuya biografía intelectual de Karl Marx sería de crucial importancia para la divulgación del pensamiento marxista en el ambiente académico durante los comienzos del siglo XX​ y por su claridad una apreciada influencia en Leszek Kołakowski y su exégesis sobre el particular. (es)
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  • El liberalismo ha dirigido su crítica a dos aspectos clave del pensamiento marxista: el historicismo y su justificación del socialismo como régimen colectivista para una futura clase obrera. El liberalismo clásico, en tanto ha promovido, acompañado y explicado el desarrollo del libre intercambio de mercancías y la libre propiedad privada sobre el capital como corolario necesario de un constante desarrollo tecnológico y cultural, ha sido parte principal en el debate intelectual con el marxismo cuya teoría de la historia considera al mercado libre una necesidad provisoria y para el cual la propiedad burguesa pierde universalidad en cuanto la Revolución Industrial escinde al capital del trabajo –y por tanto intenta explicar también la génesis del liberalismo, en tanto cosmovisión de carácter (es)
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  • Críticas liberales al marxismo (es)
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