Cargar la suerte es una expresión taurómaca tan compleja como debatida,​ que requiere una exposición detenida de aclaraciones conceptuales para poder ofrecer una definición coherente, y entre ellas destaca la relación de este concepto, cargar la suerte, con reglas de muy estrecha conexión en el toreo, como muchos teóricos o críticos, y los mismos toreros, han hecho con frecuencia, del tipo “parar, templar y mandar” que acuñó Juan Belmonte. Naturalmente, habrá que aludir también al antónimo, descargar la suerte, como se verá a lo largo del artículo.

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  • Cargar la suerte es una expresión taurómaca tan compleja como debatida,​ que requiere una exposición detenida de aclaraciones conceptuales para poder ofrecer una definición coherente, y entre ellas destaca la relación de este concepto, cargar la suerte, con reglas de muy estrecha conexión en el toreo, como muchos teóricos o críticos, y los mismos toreros, han hecho con frecuencia, del tipo “parar, templar y mandar” que acuñó Juan Belmonte. Naturalmente, habrá que aludir también al antónimo, descargar la suerte, como se verá a lo largo del artículo. El propósito objetivo y enciclopedista de este artículo, por la complejidad anunciada, obliga a una ampliación del concepto tradicional, aunando diversas fuentes con el detalle pertinente. En los diversos epígrafes se encontrará el origen de lo que se va a definir en esta entrada, y al mismo tiempo su desarrollo. Se debe partir del sentido de las dos palabras de la locución: cargar y suerte. La primera conserva un significado léxico bastante habitual en la lengua estándar: poner peso. La segunda procede de la jerga taurina especializada: las suertes del toreo, sean con el capote, la muleta, u otras. Quien carga, o pone el peso, es el torero, el banderillero, el picador, y por lo tanto son de naturaleza muy distinta las formas de cargar la suerte. Pero la definición que se ha buscado siempre y debatido es la que hace el torero, usando la capa en los dos primeros tercios de la faena, o bien (y sobre todo) la muleta en el último tercio. Se expone a continuación la idea tradicional: Cargar la suerte, después de citar de frente al toro (un pie apuntando a su testuz y ofreciendo el medio pecho del lado del cite), y justamente al llegar el animal a la jurisdicción del torero, consiste en adelantar la pierna de salida (o pierna contraria) e inclinar el torero el cuerpo sobre ella (cargar el peso), adelantando al mismo tiempo el engaño para embarcar al astado en el embroque y provocar que el animal desvíe su inicial trayectoria rectilínea, siguiendo el engaño en una curva alrededor del eje del torero, que, a pies quietos, va girando su cintura en el centro de la suerte, hasta rematar el lance de capa o el pase de muleta atrás, en el lado contrario al que venía el toro, y, sin perder su sitio el torero (o ganándoselo al toro). Tras pasar la cornamenta, el diestro girará las piernas, quedando el animal enfrentado de nuevo en derechura al torero, ya colocado para poder ligar el siguiente pase (verónica, natural...) cargando de nuevo la suerte, y así sucesivamente hasta rematar la tanda, normalmente con otro tipo de pase (media verónica, de pecho, trinchera...), que también exige, coherentemente, la suerte cargada. El hecho de cargar la suerte se reconoce fundamentalmente asociado al valor del torero, porque supone una exposición mayor que la de los lances que no obligan a desviarse al cornúpeta. En efecto, adelantar la pierna hacia el terreno por el que se obliga a pasar al toro, y más, cargando el peso en ella, obviamente expone esa pierna a una cornada. Esta exposición se justifica porque la desviación forzada del animal implica un mando del torero sobre el toro, un toreo profundo; recuérdese el último término de la trilogía de Belmonte: mandar. Si el embroque pasa sin incidente, triunfa el poder del torero en el sometimiento del toro (torear), y el peligro que supone la carga de la suerte implica también entonces un factor comunicativo emocional con el público. Mando con profundidad y emoción comunicativa son dos consecuencias fundamentales. Se aporta aquí ahora una explicación al parecer inédita del motivo de ese mayor peligro, inédita, seguramente, por haberse dado como sobreentendida, por obvia. Ya Paquiro, en 1836, consideraba que la “ligereza” era una cualidad indispensable en el torero, particularmente ante el amago de un derrote del toro hacia su cuerpo.​ Si el peso del cuerpo está repartido entre las dos piernas, con el compás abierto, la retirada ligera del mismo ante el hachazo es mucho más fácil y ágil que si gran parte del peso del cuerpo está cargado sobre la pierna amenazada (Vid infra acepciones de la Real Academia Española y de María Moliner, especialmente). Ligar los pases cargando siempre la suerte requiere gran dominio técnico, con un temple y una armonía dinámica muy difíciles, y es faena por tanto muy meritoria, lo que genera una última consecuencia fundamental: la estética.​ En conclusión, en torno a cargar la suerte se genera una tetralogía de valores taurinos: mando, técnica, emoción y estética. Los lances de capa más propicios para cargar la suerte son la verónica, la media verónica y el delantal. En algunos otros el torero puede poner voluntad de cargar inclinando algo el cuerpo (no necesariamente la pierna) hacia el toro, como la gaonera, la lopecina, la revolera, o el farol, pero no es lo común. Y entre los pases de muleta destacan el natural (que deriva del llamado pase regular dieciochesco, y es el fundamental por excelencia) el derechazo, el de pecho (por alto), y todos los de por bajo: el doblón, cualquier tipo de trinchera, de desprecio, de la firma, los ayudados, tanto por bajo como por alto, y el natural cruzado para matar. Hasta aquí se ha sintetizado la visión que críticos, ensayistas y toreros han expuesto sobre cargar la suerte, ejemplicando el concepto básicamente sobre el pase natural, y evocando la verónica. Es decir, el punto de vista clásico o tradicional del mismo, que equivale a fijar su paradigma o valor modélico. Pero en el toreo, junto a valores y reglas permanentes, se van produciendo cambios en la forma de torear: Pedro Romero, Hillo, Cúchares, Paquiro, Chiclanero, Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, Joselito y Belmonte (los dos grandes iniciadores del toreo moderno), Marcial, Manolete, Pepe Luis Vázquez, Bienvenida, Antoñete, José Tomás… y muchos otros han ido introduciendo, con su singular torería, algunas variantes en la tauromaquia, que a veces van más allá del concepto estilo personal. Por eso, la forma de torear va cambiando. A finales del siglo XX surge la figura arrolladora de José Tomás, cuya principal fuente de inspiración está en Manolete. Ambos toreros son estudiados es sus respectivos epígrafes, infra. Manolete, con su verticalidad y estoica quietud, no cargaba la suerte. José Tomás escinde su toreo entre la carga tradicional de la suerte y una semejante verticalidad estoica, pero llevando la ya emotiva colocación de Manolete a un sitio, a un terreno tan evidentemente peligroso, que obliga a una reconsideración ampliadora del concepto de cargar la suerte, es decir, ensanchar su paradigma. Es, sin embargo, la tauromaquia, en general, reacia a cambios en los conceptos que ya considera fijados como dogmas, cuando en el toreo, precisamente por su vinculación con el arte, se debe sopesar el uso del dogmatismo, tentación frecuente entre aficionados y críticos.​ La idea nueva tiene un solo precedente textual explícito, precisamente aludiendo al toreo de José Tomás,​ pero cuenta con numerosos comentarios del tipo “nueva tauromaquia”,​ “teoría de los terrenos”,​ antecedentes muy significativos sobre cargar la suerte “sin adelantar la pierna”,​ y enfoques analíticos diversos, que se exponen particularmente en el epígrafe 5. 11. de José Tomás. Esta idea nueva, prácticamente también inédita, trata sobre una forma distinta de cargar la suerte sin adelantar la pierna del embroque. Es el cuerpo entero el que está cargado, en razón de estar ocupando el terreno del toro, y desde la quieta verticalidad, forzarle también con el engaño, fundamentalmente con la muleta, a desviar la trayectoria y seguir las características regladas: parar, templar, mandar, rematar, ligar con un fuerte sentido comunicativo de la emoción y de la estética. Esta nueva visión de la carga de la suerte no queda referida a solo un primer lance o pase,​ sino a las tandas ligadas, dando la ventaja al toro y reconduciendo su embestida, hasta el remate del último, que, curiosamente, con cierta frecuencia, adopta la variante clásica de la carga. Debe asimismo considerarse que el toreo a pies juntos, con verticalidad, también dificulta la ligereza en el sentido expresado por Paquiro de librarse ágilmente del derrote del toro. Ampliar la costumbre léxica de la definición clásica de cargar la suerte con esta nueva visión es difícil, pero no hay inconveniente desde el punto de vista de los diccionarios, como podría parecer, respecto al verbo cargar: puede verse infra. Esta nueva manera de ver la carga de la suerte no se queda en el valor personal de un torero concreto, José Tomás, aunque en su epígrafe, a falta de un vocablo ya en uso, se haya denominado así: junto al modo tradicional, el modo personal. La idea trasciende al hombre, aunque sea quien la haya desarrollado en la práctica. Pues, de igual manera que Marcial Lalanda siguió la línea clásica y armonizadora de Joselito,​ y Domingo Ortega la revolucionaria y estilista de Belmonte,​ al final unos y otros se terminan considerando clásicos (que en puridad significa dignos de ser modelo). Por tanto, el concepto de cargar la suerte con el cuerpo entero puede seguir su trayectoria histórica, a la espera de aplicárselo a todos los toreros que opten por pisar esos terrenos del toro y hacerle faena. De hecho, ya hay algunos diestros que han mostrado la influencia de esa línea, o hilo del toreo, como dijo José Alameda (vid infra). El artículo, que a esta novedad dedica realmente el espacio acotado, aunque extenso, del epígrafe 5.11., se subdivide analíticamente en epígrafes provenientes de académicos, lexicógrafos, tratadistas, críticos o teóricos prestigiosos, y por supuesto, toreros muy relevantes de diversas épocas. Se reproducirán en un punto específico referencias distintivas a banderilleros y picadores, porque la tauromaquia también recoge en ellos, aunque en pequeñas dosis léxicas, el concepto de cargar la suerte, y asimismo, por ser también distintiva, a la llamada suerte suprema, es decir, la estocada. No se entrará, en cambio, en el concepto de cargar, ni de recargar, cuando el sujeto de la acción es el toro, por su acometividad al entrar al caballo, expresión empleada desde muy antiguo y que siguen registrando los diccionarios especializados, pero con muy poco uso periodístico ni popular. Debe, al menos, hacerse constar esa coincidencia de término. (es)
  • Cargar la suerte es una expresión taurómaca tan compleja como debatida,​ que requiere una exposición detenida de aclaraciones conceptuales para poder ofrecer una definición coherente, y entre ellas destaca la relación de este concepto, cargar la suerte, con reglas de muy estrecha conexión en el toreo, como muchos teóricos o críticos, y los mismos toreros, han hecho con frecuencia, del tipo “parar, templar y mandar” que acuñó Juan Belmonte. Naturalmente, habrá que aludir también al antónimo, descargar la suerte, como se verá a lo largo del artículo. El propósito objetivo y enciclopedista de este artículo, por la complejidad anunciada, obliga a una ampliación del concepto tradicional, aunando diversas fuentes con el detalle pertinente. En los diversos epígrafes se encontrará el origen de lo que se va a definir en esta entrada, y al mismo tiempo su desarrollo. Se debe partir del sentido de las dos palabras de la locución: cargar y suerte. La primera conserva un significado léxico bastante habitual en la lengua estándar: poner peso. La segunda procede de la jerga taurina especializada: las suertes del toreo, sean con el capote, la muleta, u otras. Quien carga, o pone el peso, es el torero, el banderillero, el picador, y por lo tanto son de naturaleza muy distinta las formas de cargar la suerte. Pero la definición que se ha buscado siempre y debatido es la que hace el torero, usando la capa en los dos primeros tercios de la faena, o bien (y sobre todo) la muleta en el último tercio. Se expone a continuación la idea tradicional: Cargar la suerte, después de citar de frente al toro (un pie apuntando a su testuz y ofreciendo el medio pecho del lado del cite), y justamente al llegar el animal a la jurisdicción del torero, consiste en adelantar la pierna de salida (o pierna contraria) e inclinar el torero el cuerpo sobre ella (cargar el peso), adelantando al mismo tiempo el engaño para embarcar al astado en el embroque y provocar que el animal desvíe su inicial trayectoria rectilínea, siguiendo el engaño en una curva alrededor del eje del torero, que, a pies quietos, va girando su cintura en el centro de la suerte, hasta rematar el lance de capa o el pase de muleta atrás, en el lado contrario al que venía el toro, y, sin perder su sitio el torero (o ganándoselo al toro). Tras pasar la cornamenta, el diestro girará las piernas, quedando el animal enfrentado de nuevo en derechura al torero, ya colocado para poder ligar el siguiente pase (verónica, natural...) cargando de nuevo la suerte, y así sucesivamente hasta rematar la tanda, normalmente con otro tipo de pase (media verónica, de pecho, trinchera...), que también exige, coherentemente, la suerte cargada. El hecho de cargar la suerte se reconoce fundamentalmente asociado al valor del torero, porque supone una exposición mayor que la de los lances que no obligan a desviarse al cornúpeta. En efecto, adelantar la pierna hacia el terreno por el que se obliga a pasar al toro, y más, cargando el peso en ella, obviamente expone esa pierna a una cornada. Esta exposición se justifica porque la desviación forzada del animal implica un mando del torero sobre el toro, un toreo profundo; recuérdese el último término de la trilogía de Belmonte: mandar. Si el embroque pasa sin incidente, triunfa el poder del torero en el sometimiento del toro (torear), y el peligro que supone la carga de la suerte implica también entonces un factor comunicativo emocional con el público. Mando con profundidad y emoción comunicativa son dos consecuencias fundamentales. Se aporta aquí ahora una explicación al parecer inédita del motivo de ese mayor peligro, inédita, seguramente, por haberse dado como sobreentendida, por obvia. Ya Paquiro, en 1836, consideraba que la “ligereza” era una cualidad indispensable en el torero, particularmente ante el amago de un derrote del toro hacia su cuerpo.​ Si el peso del cuerpo está repartido entre las dos piernas, con el compás abierto, la retirada ligera del mismo ante el hachazo es mucho más fácil y ágil que si gran parte del peso del cuerpo está cargado sobre la pierna amenazada (Vid infra acepciones de la Real Academia Española y de María Moliner, especialmente). Ligar los pases cargando siempre la suerte requiere gran dominio técnico, con un temple y una armonía dinámica muy difíciles, y es faena por tanto muy meritoria, lo que genera una última consecuencia fundamental: la estética.​ En conclusión, en torno a cargar la suerte se genera una tetralogía de valores taurinos: mando, técnica, emoción y estética. Los lances de capa más propicios para cargar la suerte son la verónica, la media verónica y el delantal. En algunos otros el torero puede poner voluntad de cargar inclinando algo el cuerpo (no necesariamente la pierna) hacia el toro, como la gaonera, la lopecina, la revolera, o el farol, pero no es lo común. Y entre los pases de muleta destacan el natural (que deriva del llamado pase regular dieciochesco, y es el fundamental por excelencia) el derechazo, el de pecho (por alto), y todos los de por bajo: el doblón, cualquier tipo de trinchera, de desprecio, de la firma, los ayudados, tanto por bajo como por alto, y el natural cruzado para matar. Hasta aquí se ha sintetizado la visión que críticos, ensayistas y toreros han expuesto sobre cargar la suerte, ejemplicando el concepto básicamente sobre el pase natural, y evocando la verónica. Es decir, el punto de vista clásico o tradicional del mismo, que equivale a fijar su paradigma o valor modélico. Pero en el toreo, junto a valores y reglas permanentes, se van produciendo cambios en la forma de torear: Pedro Romero, Hillo, Cúchares, Paquiro, Chiclanero, Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, Joselito y Belmonte (los dos grandes iniciadores del toreo moderno), Marcial, Manolete, Pepe Luis Vázquez, Bienvenida, Antoñete, José Tomás… y muchos otros han ido introduciendo, con su singular torería, algunas variantes en la tauromaquia, que a veces van más allá del concepto estilo personal. Por eso, la forma de torear va cambiando. A finales del siglo XX surge la figura arrolladora de José Tomás, cuya principal fuente de inspiración está en Manolete. Ambos toreros son estudiados es sus respectivos epígrafes, infra. Manolete, con su verticalidad y estoica quietud, no cargaba la suerte. José Tomás escinde su toreo entre la carga tradicional de la suerte y una semejante verticalidad estoica, pero llevando la ya emotiva colocación de Manolete a un sitio, a un terreno tan evidentemente peligroso, que obliga a una reconsideración ampliadora del concepto de cargar la suerte, es decir, ensanchar su paradigma. Es, sin embargo, la tauromaquia, en general, reacia a cambios en los conceptos que ya considera fijados como dogmas, cuando en el toreo, precisamente por su vinculación con el arte, se debe sopesar el uso del dogmatismo, tentación frecuente entre aficionados y críticos.​ La idea nueva tiene un solo precedente textual explícito, precisamente aludiendo al toreo de José Tomás,​ pero cuenta con numerosos comentarios del tipo “nueva tauromaquia”,​ “teoría de los terrenos”,​ antecedentes muy significativos sobre cargar la suerte “sin adelantar la pierna”,​ y enfoques analíticos diversos, que se exponen particularmente en el epígrafe 5. 11. de José Tomás. Esta idea nueva, prácticamente también inédita, trata sobre una forma distinta de cargar la suerte sin adelantar la pierna del embroque. Es el cuerpo entero el que está cargado, en razón de estar ocupando el terreno del toro, y desde la quieta verticalidad, forzarle también con el engaño, fundamentalmente con la muleta, a desviar la trayectoria y seguir las características regladas: parar, templar, mandar, rematar, ligar con un fuerte sentido comunicativo de la emoción y de la estética. Esta nueva visión de la carga de la suerte no queda referida a solo un primer lance o pase,​ sino a las tandas ligadas, dando la ventaja al toro y reconduciendo su embestida, hasta el remate del último, que, curiosamente, con cierta frecuencia, adopta la variante clásica de la carga. Debe asimismo considerarse que el toreo a pies juntos, con verticalidad, también dificulta la ligereza en el sentido expresado por Paquiro de librarse ágilmente del derrote del toro. Ampliar la costumbre léxica de la definición clásica de cargar la suerte con esta nueva visión es difícil, pero no hay inconveniente desde el punto de vista de los diccionarios, como podría parecer, respecto al verbo cargar: puede verse infra. Esta nueva manera de ver la carga de la suerte no se queda en el valor personal de un torero concreto, José Tomás, aunque en su epígrafe, a falta de un vocablo ya en uso, se haya denominado así: junto al modo tradicional, el modo personal. La idea trasciende al hombre, aunque sea quien la haya desarrollado en la práctica. Pues, de igual manera que Marcial Lalanda siguió la línea clásica y armonizadora de Joselito,​ y Domingo Ortega la revolucionaria y estilista de Belmonte,​ al final unos y otros se terminan considerando clásicos (que en puridad significa dignos de ser modelo). Por tanto, el concepto de cargar la suerte con el cuerpo entero puede seguir su trayectoria histórica, a la espera de aplicárselo a todos los toreros que opten por pisar esos terrenos del toro y hacerle faena. De hecho, ya hay algunos diestros que han mostrado la influencia de esa línea, o hilo del toreo, como dijo José Alameda (vid infra). El artículo, que a esta novedad dedica realmente el espacio acotado, aunque extenso, del epígrafe 5.11., se subdivide analíticamente en epígrafes provenientes de académicos, lexicógrafos, tratadistas, críticos o teóricos prestigiosos, y por supuesto, toreros muy relevantes de diversas épocas. Se reproducirán en un punto específico referencias distintivas a banderilleros y picadores, porque la tauromaquia también recoge en ellos, aunque en pequeñas dosis léxicas, el concepto de cargar la suerte, y asimismo, por ser también distintiva, a la llamada suerte suprema, es decir, la estocada. No se entrará, en cambio, en el concepto de cargar, ni de recargar, cuando el sujeto de la acción es el toro, por su acometividad al entrar al caballo, expresión empleada desde muy antiguo y que siguen registrando los diccionarios especializados, pero con muy poco uso periodístico ni popular. Debe, al menos, hacerse constar esa coincidencia de término. (es)
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  • Cargar la suerte es una expresión taurómaca tan compleja como debatida,​ que requiere una exposición detenida de aclaraciones conceptuales para poder ofrecer una definición coherente, y entre ellas destaca la relación de este concepto, cargar la suerte, con reglas de muy estrecha conexión en el toreo, como muchos teóricos o críticos, y los mismos toreros, han hecho con frecuencia, del tipo “parar, templar y mandar” que acuñó Juan Belmonte. Naturalmente, habrá que aludir también al antónimo, descargar la suerte, como se verá a lo largo del artículo. (es)
  • Cargar la suerte es una expresión taurómaca tan compleja como debatida,​ que requiere una exposición detenida de aclaraciones conceptuales para poder ofrecer una definición coherente, y entre ellas destaca la relación de este concepto, cargar la suerte, con reglas de muy estrecha conexión en el toreo, como muchos teóricos o críticos, y los mismos toreros, han hecho con frecuencia, del tipo “parar, templar y mandar” que acuñó Juan Belmonte. Naturalmente, habrá que aludir también al antónimo, descargar la suerte, como se verá a lo largo del artículo. (es)
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  • Cargar la suerte (tauromaquia) (es)
  • Cargar la suerte (tauromaquia) (es)
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